Iglesia de San Martin de Tours

Eliz-Ondarea

Según el Catálogo Monumental de Navarra «la parroquia de esta villa es de las más monumentales de Navarra, y su espacio interior tiene dimensiones catedralicias».

Emplazada en lo alto de una colina domina todo el pueblo con una nave en horizontal que contrasta con la esbelta torre situada a sus pies.

El edificio que hoy puede verse es fruto de diversos trabajos realizados a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII. Los comienzos (de 6 de mayo de 1561) pretendían ampliar un edificio anterior, hoy desaparecido, incorporándole una nueva cabecera y un crucero. Ya en 1632 se planteó la necesidad de reedificación total.

A pesar de ser producto de distintas épocas, tanto exterior como interiormente esta iglesia guarda un sentido unitario, el abovedamiento, por ejemplo, utilizó el estrellado gótico en todos sus tramos.

De las dos entradas del crucero, en la más cercana al monte, se conservan algunos relieves de la originaria entrada principal, relativos al pecado original.

En el interior, destaca el retablo del altar mayor realizado por Tomás de Jauregui, quien lo dotó con algunas esculturas del rococó. Tanto el pago de este retablo, como el de otros elementos y una buena parte del tesoro de culto de la parroquia corrieron a cargo del lesakarra Juan de Barrenechea y Aguirre, que los envió desde Guatemala.

La iglesia cuenta además con un importante órgano romántico construido por «Manuel Roqués y hermano» en Zaragoza (1891) y reformado en parte por la casa Amezúa (1950). La tuberla es de una calidad extraordinaria, ayudando a su sonoridad la óptima acústica de la iglesia de Lesaka.

El órgano, los retablos y otros objetos, está declarados Bien de Interés Cultural. En su ajuar conserva aún parte del magnífico conjunto de platería guatemalteca enviado por Juan de Barreneche, así como otras piezas antiguas.

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El visitante ha llegado ante uno de los edificios religiosos más destacados dentro del ámbito navarro. Su mismo enclave, dominando el caserío de Lesaka, resulta privilegiado. Su descubrimiento después de un leve ascenso, nos deja admirados y satisfechos. No estará de más recordar a todas las generaciones que contribuyeron con su aportación económica a la construcción de esta iglesia y a todas las gentes que a lo largo del tiempo han fortalecido su fe religiosa dentro de estos nobles muros.

La construcción de esta parroquia se dilató en el tiempo sobre todo por dificultades ténicas y económicas. Hay constancia de que las obras comienzan en 1561 y se prolongan hasta 1737, fecha en la que se concluye la majestuosa torre y fachada. En la clave del pórtico se puede leer la fecha de terminación. Como consecuencia de este largo proceso son numerosos los canteros que participan en la erección del templo. Recordaremos a Juan de Butano en el S. XVI y al arquitecto Andrés de Zabala en el S. XVIII. Las dimensiones del templo son magníficas: la nave tiene 29 m. de largo por 13,20 m. de ancho y la altura hasta la clave central del crucero es de 24 m.

Definen esta arquitectura dos momentos artísticos. El gótico tardío se impone en el interior y el barroco en el exterior gracias a la torre y portada. En la torre se reserva toda la riqueza barroca al campanario del que forman parte cuatro esculturas de piedra, la Virgen del Carmen, la del Rosario, Santa Bárbara y Santa Agueda. Al embellecimiento de la portada contribuye el despliegue con temas vegetales, angelotes y arquitectónicos, presididos por la imagen de San Martín, obispo de Tours, titular de la Iglesia. En contraste, el resto del exterior – S. XVI – se impone por su sobriedad, que resalta el excelente trabajo de cantería y la proporción de los volúmenes. La iglesia cuenta con otras dos portadas, de gusto renacentista. Al acceder al interior penetramos en un lugar sagrado, la casa de Nuestro Señor, que la religiosidad de tantas generaciones ha embellecido de manera singular. En el S. XVI fue cuando se levantaron las soberbias bóvedas, de rico trazado, con claros recuerdos góticos en el empleo de las nervaduras. Pero el Barroco del S. XVIII dejó el espléndido conjunto de retablos, ricos marcos para las delicadas esculturas de madera policromada. El retablo mayor, el del Rosario y el de la Soledad, se hicieron gracias a una muy generosa donación que realizó Don Juan de Barreneche en 1748, oriundo de Lesaka pero residente en Guatemala. Como madera se utilizó nogales y «castaños pinos» que tenía el común y los particulares. Tomás de Jáuregui, guipuzcoano, fue el autor del retablo mayor. Lo realizó entre los años 1751 y 1757, mientras que la esculturas las realizó otro artista. Recordar algunos precios también ayuda a comprender la importancia y envergadura del encargo. El retablo mayor se contrató por 4.000 pesos, los laterales se tasaron en algo más de 13.000 reales y el dorado principal costó 3.000 pesos. El escultor madrileño Luis Salvador Carmona cobró por la Inmaculada 160 pesos.

Los retablos de Santa Catalina (en el que se encuentran representados los patrones de Navarra, San Francisco Javier y San Fermín) y del crucificado tallados a partir de 1786 con la delicadeza característica del rococó, contribuyen al enriquecimiento visual de cabecera y crucero.

Si importante resulta la arquitectura de los retablos, no lo es menos todo el despliegue decorativo y escultórico con tallas de verdadera calidad. En el retablo mayor nos detendremos en la delicada imagen de la Inmaculada, cuya mirada maternal recibe al visitante, deseosa de interceder por nosotros ante su Hijo, quien se alegra de reconocernos en el sagrario. El San Martin, se impone por su tamaño, por la escenografía barroca de su composición y por la expresividad de su rostro. El resto de las esculturas tanto del retablo mayor como laterales, sin llegar a alcanzar la excelente calidad de estas obras de Carmona, forman uno de los conjuntos más interesantes del barroco navarro.

VIDA DE SAN MARTIN DE TOURS

Nació el año 316 en Hungría. Sus padres eran paganos, es decir, no eran cristianos. Con 15 año se alistó como soldado del imperio romano. Siendo soldado, en Francia, conoce la religión cristiana y se prepara para recibir el bautismo. En Amiens, en el frío invierno, parte su capa para dársela a un mendigo.

Con 18 años se bautiza. Vuelve a casa y enseña la fe cristiana a su madre, que se bautiza. Se dedica a vivir pobremente, rezando, predicando el evangelio de Jesús y ayudando a los pobres y enfermos. Como es muy bueno, los habitantes del la ciudad de Tours le hacen obispo. Tras una vida dedicada a ayudar a los demás muere el año 397 y enseguida lo nombran santo por todo el bien que hizo y hace a todos los que le piden ayuda, porque los santos son los amigos de Dios. Como fue obispo de Tours, se le representa en los cuadros y estatuas con un gorro que llevan los obispos que se llama mitra, y con un bastón que se llama báculo. También se le representa a caballo, partiendo la capa para el mendigo.

 

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